LA ERA DE LOS DOCE AÑOS

 

lunes, 28 de mayo de 2007
Balaguer Frio y Calculador

Técnicas de Balaguer para triunfar en la Era de Trujillo V
Quinto Paso: Escribió un libro conflictivo para llamar a la atención.
Por: Belarminio Ramirez Morillo



Balaguer conocía a Trujillo. Estaba seguro de que la mejor forma de ascender en su régimen era siendo eficiente, y al mismo tiempo dando muestra de agradecimiento y amistad. Era una época en que para crecer políticamente había que seguir el consejo de René Descartes: Pienso, luego existo.

En realidad, Balaguer sentía agradecimiento por Trujillo, y trató de compensar esa gratitud publicando un libro que vendiera una imagen positiva del régimen en el exterior.

En comunicación enviada a Trujillo desde París, en marzo de 1932, le informó del proyecto investigativo que desarrollaba. Conocedor de las ciencias políticas al fin, visualizaba que el perfil aristocrático del régimen iba a suscitar problemas en el exterior.

Y es que, como dijo Henry Kissinger, los intelectuales analizan las operaciones de los sistemas internacionales; los estadistas los construyen. Y hay una gran diferencia entre la perspectiva de una analista y la de un estadista. El analista puede elegir el problema que desee estudiar, mientras que al estadista los problemas se le imponen.

De los colaboradores e intelectuales de Trujillo, sólo Balaguer un simple empleado de una embajada en el exterior, dio la impresión de que tenía una visión certera sobre el futuro político del régimen. Ni siquiera el propio Trujillo pensaba en lo importante que era mantener una buena imagen en el plano internacional.

Pero, esa visión de futuro significó un serio problema para Balaguer. Fue la causante del primer conflicto en que se vio envuelto desde que Trujillo asumió la presidencia. Como consecuencia de ese libro perdió su empleo y vivió los momentos de mayor angustia e incertidumbre de su vida.

La idea de publicar el libro fue recibida con beneplácito por Trujillo. Así se lo hizo saber a Balaguer mediante comunicación de fecha 4 de mayo de 1933, donde a la vez autorizó el envío de 300 dólares solicitados por el autor, para ser utilizados en la impresión del mismo.

Balaguer siguió incrementando sus espacios en la mente y el corazón de Trujillo. Una muestra lo constituye el hecho de que los primeros acuse de recibo eran firmados por el Subsecretario de la Presidencia, pero éste fue calzado con la firma del Secretario de Estado de la Presidencia, Don Jacinto B. Peynado.

Es posible que en ese mismo instante empezaran los celos de altos funcionarios del régimen, quienes más tarde intentaron descalificar el libro con el propósito de detener el crecimiento del autor de Claros de Luna.

El 22 de febrero de 1934, diez meses después de Balaguer recibir la aprobación para imprimir el libro, todavía no había recibido los 300 dólares de que hacía mención en la comunicación, lo que le condujo a dirigirse de nuevo al Jefe informándole que no había recibido dichos recursos.

Trujillo le contestó el 26 de marzo por intermedio del Secretario de Estado de la Presidencia, le envió un cheque por el monto de 300 dólares, le manifestó su interés de que publicara la obra, y el tercer párrafo de esta carta contiene un juicio de valor interesante que no constaba en ninguna de las cartas anteriores:

El Honorable Presidente tiene de Usted un concepto justo y elevado y siempre le cree el amigo sincero, leal y entusiasta, y así me encarga manifestárselo.

Ese concepto que tenía Trujillo de Balaguer cambió meses después, aunque por pocos días. A principios del mes de agosto del mismo año, Balaguer recibió los primeros ejemplares de su libro: Trujillo y su obra. Esa fue su primera obra de contenido político.

El medio en que desarrolló la investigación, los conocimientos adquiridos en los estudios de política, economía y derecho público, y el estilo claro empleado por el escritor, dieron por resultado un producto de alta calidad. El autor estaba regocijado, no tanto por el libro en sí, sino por el afecto y la consideración de que gozaba de parte de Su Excelencia.

El 3 de agosto de 1934, escribió a Trujillo, y le envió dos ejemplares del libro que acababa de salir a la luz pública.

El día 23 del mismo mes y del mismo año, recibió contesta en una carta que su segundo párrafo dice: También me encarga el Jefe darle sinceras gracias por el envío de la bien escrita obra mencionada.

Los bonos de Balaguer estaban altos ante los ojos de Trujillo. En pocos días la situación cambió, debido a que las personas de mayor prestigio en el mundo político y social dominicano, se encargaron de desvirtuar el libro, quizás con el único objetivo de indisponer a su autor con el tirano y cerrarle el paso a éste emergente político e intelectual de estilo inigualable.

La alegría que embargaba a Balaguer, la misma que embarga a todo escritor cuando produce una obra, duró poco.

Con fecha 7 de agosto de 1934, aunque llegó a sus manos a mediados de septiembre, Balaguer recibió una comunicación decepcionante calzada con la firma del Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Don Arturo Logroño, donde se dejó entrever la indignación y envidia que envolvía al suscribiente:

Sin ninguna tuya por delante, te escribo las letras presentes para enviarte mi afecto y mis saludos más cordiales. He leído el libro, muy interesante por cierto, que acabas de publicar Trujillo y su obra, y la lectura de las noventa y tantas páginas cuya paternidad te corresponden, me ha sido singularmente grata. Pero somos amigos, socio, y no puedo dejar de darte una impresión franca: a los amigos del Jefe nos ha sorprendido mucho el elogio desmesurado que haces de Estrella Ureña, y esperábamos que en ningún capítulo posterior harías notar la enorme deslealtad y la ingratitud traidora de dicho Clown político, en contraposición de los servicios eminentes que le prestó el Jefe, salvándole la vida.

Con gran sorpresa, continua diciendo don Arturo Logroño: nuestra anatema contra el malo no aparece en tu libro, mientras quedan en pié en él los conceptos en que pintas a Estrella Ureña como un semidiós de la política y de la oratoria. Tú que eres del oficio como yo, sabe que la oratoria de este tribuno es una charla barata y con ventanas abiertas al rabopuerquismo. Perdona que haya sido sincero diciéndote la impresión real que nos ha producido el libro, impresión a la cual es extraño en absoluto el Jefe.

El canciller de la República acompañó los reproches por el contenido del libro con el acto descortés de sacarle en cara un favor personal: Deseo que tú mamá haya llegado bien y que de algún beneficio le haya servido la cooperación administrativa que presté con mucho gusto para su viaje, mientras tanto, recibe el abrazo de invariable amigo.

El joven de Navarrete, aunque no se asustó, tampoco minimizó la situación embarazosa en que estaba envuelto. Estaba consciente de que tal como señala Noel Clarasó: Uno de los grandes secretos del trato con los hombres consiste, para los inteligentes, en fingir menos inteligencia de la que tienen, y para los tontos, en fingir más.

Si el concepto de Arturo Logroño sobre la obra era el de los demás integrantes de la elite política e intelectual trujillista, entonces, cabría suponerse que la carrera de Balaguer había terminado. Balaguer, como era de esperarse, contestó de inmediato a Logroño.

Actuó movido con la firmeza del conocimiento que sintetizara Francis Bacón en su célebre frase de que: Un hombre no es sino lo que sabe. Le envió una carta al Canciller de la República que por su contenido merece el calificativo de antológica. Le señaló que en ningún momento se arrepentía del contenido de su libro, por el contrario, lo justificaba y lo defendía con argumentos intelectuales.

Esa carta deja entrever la madurez, frialdad, objetividad, sinceridad y humildad de Joaquín Balaguer.

Ese libro creó un torbellino que no sólo envolvió a su autor, sino también a su prologuista.

El prólogo de la obra fue escrito de forma compartida entre Don Pedro de Réspide, prestigioso cronista español, y el laureado poeta dominicano, Don Osvaldo Bazil, quién consideró que el modernismo se personificó en Rubén Darío.

En ese entonces, el poeta Bazil ocupaba las el cargo de Embajador de la República Dominicana en España y era el jefe inmediato de Balaguer, pero quien a su vez, era subalterno de Arturo Logroño.

Don Osvaldo Bazil al enterarse del escándalo generado por el libro, de inmediato se disculpó por haber escrito el prólogo del mismo. Estaba consciente de que de no hacerlo, corría el riesgo de ser suspendido de sus funciones.

El 30 de agosto de 1934, Balaguer recibió un cablegrama enviado por el canciller de la República al autor del libro que decía: Suspendida circulación libro y remita aquí edición completa.

Bazil de inmediato escribió a Logroño una carta que en su segundo párrafo decía:

Balaguer es un tipo raro, no pude conseguir que me mostrara ningún capítulo de su obra antes de imprimir. Desde París me escribía pidiéndome un prólogo y se lo mandé a París sin conocer el libro. Después de editarlo me sorprendió que había oceánicos ditirambos para Estrella Ureña, cuando él, por carta me afirmaba que todo el libro estaba consagrado al Presidente Trujillo y a su obra de gobierno. Le endilga al mamarracho de Estrella Ureña un valor para la temeridad. ¿Donde lo ha probado? Ni personal ni colectivamente ha dado muestra de ese inmenso valor.

Continua exponiendo Bazil: Tampoco él es el tribuno que él pinta. Estrella Ureña solo tiene un discurso y una sola imagen en su oratoria. El carece de imaginación, por eso es un orador de un sólo disco y por eso es un político fracasado. Si yo hubiera visto el libro antes de imprimir le hubiera hecho quitar ese capítulo no le hubiera escrito el prólogo. Pero no hubo forma de que me enseñara los originales. También le hubiera hecho quitar otros detalles que no tenia porque traer para su libro como las campañas de Puerto Rico, que la mayoría en extranjero ignora y no había porque enterar de ellos a los lectores extranjeros.

Esos argumentos de Bazil, tratando de salvar el pellejo, diciendo que escribió el prólogo sin leer el libro, eran inciertos. Con razón dijo Max Weber que no se puede ser al mismo tiempo hombre de acción y hombre de estado sin atentar contra la dignidad de una u otra profesión, sin faltar a la vocación de ambas.

Balaguer había quedado solo y desamparado. Como escribió Ovidio, mientras sea feliz, contarás con numerosos amigos; si el tiempo se nublara, te hallarás solo.

Como es normal que suceda en este tipo de trance, sus amigos les sacaron el cuerpo, a fin de evitar caer en desgracia con el régimen. Ni Bazil, ni Logroño tratarían de ayudar a Balaguer después que éste joven demostró poseer tantos conocimientos, y sobre todo, tantas agallas para defender sus ideas. Porque como escribió Francisco Izquierdo Navarro, existe una ley de la jungla política que dice que nadie ayuda a ascender a quien aparenta ser más que uno.

Con ese debate, Balaguer logró llamar a la atención sobre su persona y consolidó su prestigio intelectual. Provocó el escándalo, y logró un brillo intelectual que le colocó por encima de quienes le rodeaban. Fue difamado y agredido por el contenido del libro, pero en el porvenir jamás fue ignorado. La mirada de la intelectualidad del régimen quedó fijada sobre él.

El conflicto logró que fijaran la atención sobre su persona, y sus pasos posteriores estuvieron orientados a que esa atención no fuera desviada. Robert Greene dice que: Brillar con más esplendor que quienes lo rodean es una habilidad con la que nadie ha nacido. Usted tiene que aprender a atraer la atención con la misma fuerza con que un imán atrae al hierro. Al principio de su carrera, deberá ligar su nombre a la reputación de poseer una cualidad o una imagen que lo diferencie de los demás. Esa imagen puede ser una forma característica de vestir, o una gracia personal que divierta a la gente y dé que hablar. Una vez establecida su imagen, usted poseerá una apariencia, un lugar en el cielo para su estrella.

Balaguer procedió a recoger el libro, y el 2 de septiembre de 1934 contestó el cablegrama al Canciller, mediante una pequeña carta de dos reducidos párrafos, donde les dijo que el 20 de octubre enviar ía el libro por barco en una caja de madera, y que, en la medida de lo posible procedía a recoger la parte que ya había circulado. Era difícil recogerlo todo, ya que el libro había sido despachado a Bibliotecas de varios países de Europa y América.

El 19 de septiembre de 1934, Balaguer fue cancelado como Primer Secretario de la Embajada de República Dominicana en Madrid.

¿Qué extraño es, que un joven, simplemente un empleado de una Embajada se vea envuelto en un conflicto de esta magnitud, sólo por pretender crecer intelectualmente y proyectar una buena imagen del régimen del que se siente tan agradecido en el exterior?

¿Qué dolor embargaría a Balaguer, al recibir su cancelación en un momento en que su madre estaba enferma, recién operada e internada en un centro médico de Madrid?

Para sus adversarios Balaguer había llegado a su final, habían quitado esa pequeña piedra del camino, pero no fue así. Como dice Leonardo de León Miranda: Aquel que no haya llegado a un punto muerto en su carrera, que no haya llegado a lo más bajo y tocado el fondo, no podrá afianzar sus fuerzas y ramificar sus conocimientos y nunca será el más grande.

El 20 de septiembre Balaguer acusó recibo del cablegrama de su cancelación, y en el segundo párrafo de su carta a Bazil le dijo: Le ruego que se me digne solicitar el dinero correspondiente a mi repatriación y le manifiesto que a causa del estado de salud de mi madre, quien fue operada hace apenas quince días por el Dr. Dossot, de París, me encuentro imposibilitado para tomar el vapor que sale de Cádiz el 24 del cursante.

Esta cancelación, más que un castigo por haber elogiado a Estrella Ureña, era una trama de intelectuales del régimen que veían en el joven Balaguer, a un rival peligroso, y por tanto, entendían que el momento era oportuno para salir de él. Esta reacción es normal en política, debido a que como escribió José Ortega y Gasset: Si usted no es como todo el mundo, si no piensa como todo el mundo, corre usted el riesgo de ser eliminado.



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